El Gobierno de Australia anunció hoy el establecimiento de un programa para el estudio científico de la ballena que, a diferencia del que Japón inicia todos los años por noviembre, descarta el sacrificio del cetáceo.

El ministro australiano de Medio Ambiente, Peter Garrett, dijo en rueda de prensa que el proyecto, que cuenta con una inversión de seis millones de dólares australianos (3,78 millones de dólares) , “ trata de desacreditar de una vez por todas la idea de que hay que matar ballenas en nombre de la ciencia ”.
El plan prevé la toma de muestras de los cetáceos, la colocación de chips electrónicos en ejemplares para la obtención de datos científicos y el desarrollo de técnicas genéticas, y contribuirá a expandir la industria turística basada en la contemplación del mayor de todos los animales conocidos.
“Australia no cree que sea necesario matar a las ballenas para entenderlas. Desarrollaremos un nuevo modelo para coordinar investigación regional no letal sobre las ballenas ”, insistió Garrett.
El ministro explicó que han invitado a Japón, además de a otros países de la región, a participar en la iniciativa.“Los cetáceos se enfrentan a un gran abanico de peligros: el cambio climático, el impacto en los suministros alimentarios, accidentes con barcos y, evidentemente, la actividad de países que matan a las ballenas en nombre de la ciencia ”, detalló Garrett.
“Y no hay ninguna duda de que necesitamos más conocimientos sobre los peligros a los que se enfrentan las ballenas ”, concluyó el titular de Medio Ambiente australiano.
El programa anunciado reforzará el acuerdo firmado por Australia y Chile el pasado junio en el marco de la sexagésima reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que se celebró en Santiago.
Según aquel documento, Chile y Australia trabajarán en el desarrollo de un plan de trabajo centrado inicialmente en cuatro áreas: alianzas regionales de investigación, programas de intercambio, actividades de administración de la conservación y la construcción de capacidades de regulación medioambiental.
También en junio pasado, Australia y Japón acordaron adoptar una actitud más distendida respecto al tema ballenero para que no afecte a las relaciones bilaterales.
La flota ballenera japonesa suele llevar a cabo su campaña anual con fines científicos en aguas al sur de Australia, un asunto que provoca críticas en el país austral todos los años. Garrett reiteró que todavía no han decidido si vigilarán a los balleneros japoneses cuando inicien la nueva campaña este verano austral, pero adelantó que es posible que no se repita el seguimiento del año pasado con el barco de aduanas “ Oceanic Viking ”.
Los que sí tienen intención de volver a tratar de impedir a los balleneros nipones que cacen son los miembros de la organización ecologista “ Sea Shepherd ”, quienes han anunciado que ya tienen preparado un buque.
Entre noviembre de 2007 y abril de 2008, Japón llevó a cabo su programa anual de captura de cetáceos “con fines científicos”, pese a que la CBI había pedido a Tokio que lo suspendiera.
Durante esos meses, Australia filmó las operaciones con el “ Oceanic Viking ” con la intención de que el material pudiese ser utilizado en un tribunal internacional, una estrategia que costó casi un millón de dólares a Camberra.
Un juez australiano abrió la posibilidad de una querella judicial contra Japón al determinar que era ilegal la captura de cetáceos en la reserva marina declarada por Australia en la Antártida.
No obstante, los gobiernos australiano y neozelandés admitieron posteriormente que se habían topado con “ dificultades importantes ” y desistieron del plan de acudir al Tribunal Internacional de Justicia en La Haya (Holanda) o el Tribunal del Derecho del Mar en Hamburgo (Alemania). Japón no reconoce la reserva marina australiana en aguas antárticas.
Sin duda que de demostrarse las intenciones australianas de poder investigar sin el pretexto de matar a las ballenas, será un duro precedente para el gobierno nipón y sus trágicamente famosas masacres de estos animales.
Es probable que Japón realice estas acciones para "comprender" más la vida de los cetáceos, pero no está totalmente dimensionado el costo/beneficio de esta actividad. Por detrás de este pretexto se encuentra un conglomerado de industrias alimenticias que presionan a los proveedores para ser abastecidos de la carne del animal.
Japón está en su derecho de aprovechar los recursos marítimos como cualquier otro país, pero no es viable que realice la explotación de especies que pueden considerarse en vías de extinción. Es una total falta de respeto para con los países que suscribieron convenios internacionales de moratoria y prohibición, además de ser una bofeteada al medio ambiente.
Sin duda las costumbres o hábitos alimenticios de un pueblo son importantes de respetar, pero si las mismas se constituyen en peligro para fauna en frágil estado de supervivencia deben ser cambiadas. Todo es posible, tan solo falta empeño y convicción de las personas para revertir la situación.